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43 Bromas sobre el vino 
Autor: Carlos Andrés

Cap. 12: EL ALMA DEL VINO

Habida cuenta que hemos hablado del cuerpo del vino, no podemos ocultar que, aunque los ideólogos del materialismo enológico consideran que no hay más vino que el que se ve, se huele y se gusta en la copa, hay también quien afirma que el vino tiene un carácter que transciende la experiencia sensorial; es decir, que el vino tiene alma.

El vino toma su alma del alma de la viña, que los franceses llaman terroir. Es un error pensar que el terroir queda determinado por la composición, pendiente, orientación o composición del terreno. Nada de eso, los creyentes pretenden que al igual que la arquitectura es lo que queda del edificio cuando se quitan las piedras, el terroir es lo que queda de la finca cuando se quita la tierra.

Los terroiristes se reunieron en 1855 y decidieron que los vinos con alma lo indicaran en la etiqueta, llevando la mención de Grand Cru. Después de un siglo, olvidado el procedimiento mediante el que se determinó si un vino tenía o no alma, hay quien asocia cru y alma, sin entrar en ulteriores averiguaciones. Sin embargo, lo cierto es que la clasificación de los Burdeos, de 1855, no se hizo mediante una cata a ciegas de las veinte cosechas precedentes de cada bodega, sino tomando como referencia el precio de mercado que alcanzaba en aquellas fechas cada marca.

Esto es muy interesante, porque muestra que lo que actualmente se considera un valor intangible, que hemos considerado el alma del terreno, fue medido en su día a través del precio de los vinos. Es decir, el terroirisme tiene una interesada base materialista, como sospechábamos. En cualquier caso, olvidado el origen de la clasificación, es fácil creer el origen sobrenatural del terroir, y darle consideración de fenómeno que está más allá de los factores de calidad objetivos y cuantificables: composición del suelo, exposición solar, clima específico de la finca, etc.

En la actualidad, la pretensión de muchos propietarios de estos grandes crus de considerar que su vino lo hace el terroir, y que ellos se limitan a recoger las uvas, resulta cada vez menos defendible: En las catas de diferentes vinos bordeleses: los crus bourgeois -clasificación posterior a la de los grands crus, realizada en el presente siglo, que incluiría teóricamente vinos de peor calidad- quedan a similar altura que los grands crus.

Nada mejor para mostrar esto que los siguientes recortes de las revistas Decanter y Wine Spectator. En el número especial de la revista Decanter "Bordeaux 94", habla Jean-Claude Berrouet, de Château Pétrus, el vino más caro de Burdeos (en aquellos días, actualmente Le Pin dobla su precio): "Pétrus es la expresión de un pequeño trozo de tierra, el hombre no cuenta para nada... la tierra estaba ahí antes de mí, y ahí estará cuando yo me vaya".

Pero en la revista Wine Spectator, encontramos otros puntos de vista. En el número de 31 de agosto de 1995, hay un artículo sobre una cata vertical de Pétrus, en el que el autor se expresa así:

"El pasado otoño asistí a una cata vertical de Châteaux Pétrus en Los Angeles. Después de catar vinos de cosechas de los años cuarenta, cincuenta, sesenta y de decenios más recientes, me causaron profunda impresión las caras serias y hasta malhumoradas de algunos asistentes, que hacían comentarios del siguiente tenor: "Si piensas en lo que cuestan estos vinos, hay que reconocer que todo esto es absurdo"".

"Por mi parte, estoy pensando en la posibilidad de pedir otra hipoteca para volver a probar de nuevo los Pétrus de las cosechas 1945, 1947 y 1961. Son todos ellos vinos perfectos, de 100 puntos (...). Pero de otro lado, tengo que admitir que me defraudaron bastante los vinos de los decenios sesenta y setenta.

"Fue interesante comprobar que un miembro de la familia Moueix estuvo en la cata. Meses después de esta, hablé con Christian Moueix, que me dijo que el no es partidario de la celebración de esas catas verticales. Indicó que degustar varias filas de botellas de Pétrus está llamado a ser un fracaso: "es preferible degustar cada botella por lo que es, si puede ser con amigos"". Concluye el articulista, un tanto irónico: "Será eso...".

Y en el Wine Spectator de 15 de octubre de 1995, la carta de un lector, en referencia al artículo anterior, pone las cosas en su sitio: "Château Pétrus será el vino tinto más caro del mundo, pero de ninguna manera el mejor. Tanto en catas verticales, como en catas ciegas o informales de Châteaux Pétrus, con cosechas normales o estelares, he acabado siempre defraudado, (...) los aficionados se merecen mucho más de lo que encuentran en cualquier cosecha de Château Pétrus para el precio que pagan".

Tomen nota los elaboradores: sólo los vinos más vulgares comercian con su cuerpo, para que un vino sea rico-rico-rico ha de comerciar principalmente con su alma.

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