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43 Bromas sobre el vino 
Autor: Carlos Andrés

Cap. 42: MONARQUÍA, ARISTOCRACIA Y DEMOCRACIA
(DE LOS VINOS DE BURDEOS)

Según Aristóteles, las naciones se organizan políticamente en forma de monarquías, aristocracias o democracias. La monarquía consiste en el gobierno de una persona cuya sucesión se realiza de forma hereditaria; la aristocracia es el gobierno de una minoría, a la que se accede -o al menos se debería acceder- por méritos (aristos significa los mejores); si el título aristocrático se adquiere por herencia -como es el caso en los países europeos-, estamos más bien ante una especie de monarquía plural, difuminada e irremediablemente degenerativa. Por último, la democracia consiste en el gobierno participativo de todos los ciudadanos. Curiosamente, estas tres formas de gobierno tienen su reflejo en las distintas zonas del viñedo bordelés.

 En el Médoc existe una clasificación en vigor desde el año 1855, en la que quedó determinada la categoría de las fincas. Se decidió entonces que la realeza recibiera título de grand cru, a la vez que se diferenciaron dentro de ella cinco categorías. En la más alta, la de los premier grand crus, se concedieron cuatro coronas reales, a las que posterior y excepcionalmente (excepción que confirma la regla) se añadiría un príncipe procedente de los deuxième grand crus.

La monarquía del Médoc ha aguantado mejor que la de los borbones los envites del tercer estado -la burguesía-, que consiguió mención específica en el presente siglo para algunas fincas -crus bourgeois- pero no su acceso a la grandeza. El pronóstico del rey Faruk respecto del número de monarcas que quedarán en el futuro acertó en el número -cinco-, pero no en los sujetos: en nuestra opinión, los monarcas de Inglaterra, e incluso los cuatro de la baraja, caerán antes de que el Château Margaux deje de ser un premier grand cru. ¡Français, encore un effort si vous vuolez être républicains!

 En la orilla derecha del Dordoña, se ha optado por una organización diferente de los viñedos. De una parte, Saint-Emilion ha instaurado un régimen aristocrático, en el que estos son evaluados cada diez años; en concreto, la última tuvo lugar el año 1996. De estas evaluaciones se derivan las correspondientes promociones, y también degradaciones, lo que demuestra que esta aristocracia es de verdad, no solo sobre el papel (especialmente, papel couché).

 De otra parte, en la zona vecina de Pomerol, no existe clasificación oficial de los viñedos: cada châteaux se enfrenta al mercado en igualdad de condiciones. El famoso Pétrus, más caro incluso que los inasequibles monarcas del Médoc, lleva en la etiqueta la simple mención de Grand vin... pero ha visto superada su cotización en las almonedas vinícolas que organizan los tocineros de Chicago por su paisano Le Pin, dejando en fuera de juego a cierto eno-cartógrafo inglés, enamorado de los clarets de-toda-la-vida.

Tomemos el punto de vista que nos interesa a los aficionados entusiastas: ¿cuál es la organización política que más conviene al viñedo?, ¿cuál favorecerá más la calidad de los vinos?... ¿Quién habrá sido más útil a la humanidad, un duque cuyo abolengo data de la batalla de las Navas de Tolosa -en la que algún antepasado demostraría una ferocidad inhumana- o un tal Martínez que ha realizado interesantes descubrimientos sobre el cáncer?.

A pesar de que la zumba de la última pregunta pueda hacernos creer que tenemos la respuesta, desafortunadamente no es así. La bondad de la organización del viñedo solo puede comprobarse catando a ciegas los vinos que de él resultan. La verdad desnuda de un vino solo se aprecia tras despojarlo de su etiqueta: frente a un paladar sin ojos, todos los vinos, allegados son iguales... en principio.

En el caso de los Burdeos, la calidad de los mejores vinos de cualquiera de los tres regímenes es comparable -aunque sean diferentes en carácter-. Esto indicaría que en principio las tres formas de gobierno son adecuadas. Pero, ¡atención!, Aristóteles también nos advierte de los peligros que se esconden en cada una de ellas: la monarquía degenera en tiranía; la aristocracia, en oligarquía y la democracia, en demagogia.

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